domingo, 13 de junio de 2010

Marketing



MARKETING
En artesanía como en arquitectura popular, es raro que a alguien se le ocurra hacer otra cosa que lo que hace el vecino, por lo menos al principio. Así se crean los estilos regionales: por plagio. En Arcos entonces solo había un ceramista que hacía un despliegue magnífico de piezas adornadas todas con el mismo diseño, que destacaba por su azul cobalto sin vida y unos puntitos de esmalte rojo. El pigmento rojo no existía por entonces, así que el truco del esmalte tenía éxito. También pintaba los azulejos con vistas del pueblo que había en la Galería donde empecé a trabajar en 1989, a partir de las láminas que un pintor producía fotocopiando sus acuarelas.
Cuando el dueño de esta “galería” me pidió que haga yo las vistas del pueblo,lo primero que hice fue hacer mis propios dibujos, que para eso había estudiado. Pero apenas había hecho mis primeras pruebas con los azulejos apareció por la Galería – que es como se llamaba la tienda de artesanía regional que llevaba Antonio – un decorador gibraltarenio que pretendía adornar un hotel de la costa con una serie impresionante de vistas de Andalucía, pájaros y flores sobre azulejos. No sé si fueron las pruebas o el precio que le decidieron a encargarnos el trabajo, solo que tuve que pintar dos cuadros al día durante el siguiente mes y que fue todo un éxito: un buen sueldo para cada uno y una buena manera de hacerse la mano.
Pero lo que quería contar es que, si esta parte del asunto es de lo más fácil – viene uno y dice: píntate esto – mucho más complicado es encontrar un producto original vendible. Ya me había fijado que los talleres o más bien fábricas de Sevilla o Córdoba solían vivir de series grandes de piezas iguales. Yo no tenía ni medios ni ganas de hacer eso, pero almeno tenía un lugar de exposición, así que mi única técnica fue y sigue siendo el “desnate”. Mas sencillo imposible: haces una pieza o un mural. Lo pones a la venta. Si se vende rápido, haces más. Si no, allí se queda hasta que encuentre su dueño. Los especialistas en marketing se tiran de los pelos, pero como ninguno de los que intentaron patrocinarme encontró jamás algo mejor, y sigo hasta este día buscando “el” producto que dé el pelotazo, pues que le voy a hacer. En el fondo, creo que artesanía y marketing son absolutamente incompatibles.
Sin embargo, ha habido muchos regalos, como eso bodegón que me encargaron al principio de mi actividad. Un cliente de la Galería quería una reproducción de un mural de azulejos muy conocido por esta región, que se encontraba en este lugar de fábula que era el antiguo poblado de la fábrica de conservas de Sancti Petri, llamado comúnmente el pueblo de pescadores de Sancti Petri el Viejo. El mural se encontraba en lo alto de uno de los muros de la antigua fábrica, y representa una cesta donde domina un caballito de mar amarillo y azul, con grandes ojos seductores, rodeado de varios crustáceos y peces dispuestos como si fueran cartas en la mano de un jugador. La pintura, minuciosa y muy colorista, utilizaba a la perfección la característica de esta técnica de sobre cubierta, en la que cada pincelada se ve y por lo tanto tiene que seguir el ritmo de las formas del motivo y superponer los colores con sutileza. También estaba realzado por una cenefa casi barroca por su complejidad, pero mucho más atractiva por sus colores, que enseguida descarte de copiar porque me iba a llevar más trabajo que el propio motivo. Así que acepte el reto con la condición de cambiar la cenefa.
No sé como se las había ingeniado este cliente para conseguir una fotografía tan buena – y tan poco deformada si pensamos que el mural estaba situado a 5 o 6 m de altura – pero no he vuelto a ver otra de este mural, que, a pesar de su fama , fue desapareciendo azulejo por azulejo desde poco tiempo después de aquello. Hoy ya no existe, y tampoco el poblado, que fue arrasado hace poco, pero yo tengo todavía esta foto. El caso es que, cuando pinté la reproducción y se quedó en la Galería para ser recogida por el cliente, alguien vino y se lo compró. Tuve que hacer otro en la misma semana – cosa que en mi tienda no me atrevería a hacer, vender un encargo – pero eso no fue todo. Antonio pensó que teníamos que buscarle un hermano. Buscando buscando, lo único que encontramos para hacerle juego fue un bodegón, “el” bodegón de Caravaggio, uno de los pocos cuadros que representan una cesta de frutas como motivo principal y único, esa maravilla que todo el mundo conoce. La adaptación de esta obra maestra a los azulejos fue otra tarea apasionante . Los dos siguen siendo estrellas de mi exposición hoy, según el principio que lo que se vende…